miércoles, 4 de enero de 2017

¿Qué tal hoy en el cole? -"Bien"....(seguido de un largo silencio)

Cuando los hijos/as vuelven del cole nos avalanzamos sobre ellos para saber qué tal les fue. La respuesta suele ser breve y con aire aburrido, en plan "no me apetece hablar, déjame irme a jugar". ¿Qué es lo que nos gustaría saber realmente?:
- "¿Habrá aprendido mucho hoy, se habrán metido con él/ella, se habrá metido con alguien, se habrá esforzado o habrá vagueado?

Cuando recojo a Iván y Lara, me avalanzo sobre ellos, es verdad. Y no encuentro una respuesta larga. Pero quizá no estoy respetando su momento: acaban de salir, quieren desconectar. Si ha ocurrido algo emocionante, me lo van a contar (y pasa). Pero quizá debo esperar a estar en casa tranquilos. Y en muchos casos, los padres preguntamos antes de darles espacio para que ellos hablen. Es mejor para todos, escuchar antes que hablar, en cualquier situación.

Es fascinante esto que pasa en nuestro cole: Llegan a casa y pregunto, ¿Qué has aprendido hoy en el cole? Y me contestan :¡Nada!. Pero un rato más tarde escucho:
- Esta carretera debe tener mucha mica porque brilla.
- Mira, ¡Ese pájaro es un mosquitero!
- Espera mamá que lo leo: Aaaaa.....bbbb....uuuu....eeeeee....lll....aaaa, ¡abuela! (acompañado de una cara de satisfacción espectacular)
- ¡Papá, cómete esta croqueta que hay nueve y Lara y yo tocamos a cuatrooo!

- Pues si los niños en Siria no tienen casa que se vengan a vivir a la nuestra.

Fascinantes los hilos que nos dan para que tiremos suavemente de ellos.

Otros días nos cuentan que han estado haciendo mermelada. O aceite de caléndula. Y traen el producto final con cara de orgullo, sabiendo el esfuerzo (y satisfacción, y aprendizaje y participación) que ha supuesto. Dame una mermelada y exime a mi hija, a mi hijo, de las mil fichas o ejercicios del libro de texto que equivaldría adquirir todos esos aprendizajes. Porque el proceso es completo, desde salir al entorno a recoger las moras hasta embotarlas y escribir la etiqueta. Todas las asignaturas, todas las inteligencias múltiples de Gardner, pasan por ahí.

De todas formas, necesito mejorar mi técnica. Os recomiendo este artículo con propuestas de preguntas para cuando vuelven del cole:

25 maneras alternativas de preguntarle a tus hijos cómo les fue en el colegio hoy

¡Y espero vuestros comentarios!

El primer día de escuela

Recuerdo el primer día de escuela. No el de mis hijos, sino el mio en su escuela. Hubo una reunión el día anterior a comenzar las clases y ahí estaba yo, llena de expectativas. ¿Qué esperamos los padres de la escuela de nuestros hijos? ¿Que aprendan o que se diviertan? ¿Pero es que ambas cosas son excluyentes? En nuestro caso, esperábamos una maestra que les hiciera sentir a gusto, que aprendieran con ella pero no que "la letra con sangre entra". Que cuidase las relaciones entre los compañeros, y respetase su ritmo y su forma de ser. No nos preocupaban las instalaciones del cole, aunque un gimnasio en condiciones no tiene. Ya veníamos con altas expectativas de la casa de niños, que tanto nos dió a todos (no solo a nuestros hijos), por lo que algo sabíamos de qué esperar.

Eva, la maestra, nos reunió en un aula grande y de paredes vacías. Nos estrenamos juntas en el cole, era su primer curso en esta escuela pero con plaza fija (¡bieeeen!! la movilidad en las zonas rurales es muy común). Nos comentó su experiencia anterior en CRAs, y cómo le costaba ver esas paredes tan vacías, pronto se llenarían con las propuestas y producciones de sus alumnos y alumnas. Nos contaron también que apenas usaban libros de texto, solo para ejercicios de matemáticas, cuadernillos de caligrafía e inglés.

Iván apenas notó el cambio, en su primer día de escuela. Se incorporó a un aula en la que se convivían infantil, primero y segundo de primaria. A todos les conocía pues la Casa de Niños estaba en el mismo edificio que la escuela, y los mayores y pequeños están acostumbrados a compartir espacios y juegos.

Y comenzó el curso y con él una metodología novedosa para mi: En el CRA decidían trabajar un tema en las cuatro localidades que lo conforman, y la maestra les preguntaba a los alumnos sobre qué querían aprender relacionado con ese tema. Así se conforman los aprendizajes basados en sus inquietudes.

Iván volvía a casa contento, y ¡sin deberes!. La única expectativa era que jugase y disfrutase con su familia y amigos/as. Y aprendió mucho, casi sin querer, con esfuerzo y motivación.

La Casa de Niños

Tú decides tener un hijo y tal. Y te lees a Carlos González y hojeas a Estivill, y sabes que el segundo no, pero el primero tampoco al cien por cien. Y observas y opinas de todos los padres y madres que conoces, y redactas mentalmente con tu pareja la lista de “yo no voy a hacer eso”, que luego sí harás, pero todavía no lo sabes. Y por fin tienes a tu primer hijo, y es fascinante y aterrador. Y pasas la baja maternal enamorada y desvelada,  leona que no me digan nada, solo siendo capaz de cuidar. Y se acaba la baja y debes volver a trabajar. Y te gusta la casa de niños de tu pueblo porque has podido compartir ratos con las educadoras, y confías en ellas, pero el desagarro del primer día no te lo quita nadie. Y, fíjate tú, yo no sabía …

-          Que me iba a sentir tan acompañada por las educadoras en la crianza de mis hijos.
-          Que mis hijos iban a ser tan felices y a disfrutar tanto en la casa de niños.
-          Que me iban a enseñar tanto para favorecer que adquieran hábitos básicos, respetando su etapa vital y su ritmo personal.
-          Que el cariño y el respeto es una herramienta de trabajo.
-          Que los niños y niñas son tratados como personas únicas, que les iban a conocer tanto y a descubrir a las familias  tantas cosas sobre ellos.
-          Que las educadoras se iban a emocionar conmigo en los pequeños hitos que irían consiguiendo.
-          Que en la etapa 0-3 los niños y niñas pueden aprender y descubrir tantas cosas, de la mano de educadoras con tanta formación.
-          Que a las familias nos iban a ayudar a ir desplegando sus alas, facilitando su autonomía, descubriéndonos todo lo que saben hacer solos, solas.

Las Casas de Niños resisten, pese del descenso de natalidad en la sierra norte. Y a pesar de la baja remuneración y el poco reconocimiento de la etapa 0-3 desde las autoridades educativas, su trabajo es imprescindible y acompaña a nuestros hijos e hijas durante toda su vida.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Este blog nace de las ganas de compartir la experiencia que como familia estamos viviendo en la escuela rural. Vivimos en Garganta de los Montes, un pequeño pueblo en la sierra norte de Madrid. En casa somos 4: mi marido y yo, Iván (7 años) y Lara (5 años). En la escuela de Garganta, que pertenece al Centro Rural Agrupado (CRA) de Lozoya, son 14.
Si algún día tuvimos dudas sobre si criar a nuestros hijos en un pueblo pequeño era una buena idea, se disipó al disfrutar todos de la educación pública rural. Primero en la Casa de Niños, de Garganta y Lozoyuela (pues se cerró la Casa de Niños de Garganta por falta de alumnado, en el curso 2014/2015). Y ahora en el colegio de nuestro pueblo.
La elección de esta escuela en un principio estaba clara: Era el cole de nuestro pueblo. Como cuando vas a tu farmacia o a la única tienda de Garganta de los Montes. Con el paso de los cursos la sentimos como una escuela única, muy especial, muy nuestra, con identidad propia.
En esta época de posibles pactos educativos y debates sobre qué tipo de educación queremos, yo lo tengo claro: me quedo con la escuela rural.